Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Yo, pecador me confieso a Dios
todopoderoso,
a la bienaventurada
siempre Virgen María,
al
bienaventurado siempre San José,
al
bienaventurado siempre San Miguel Arcángel,
a
todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que
pequé gravemente de pensamiento, palabra, obra y omisión;
por
mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa.
Por
eso, ruego a Santa María siempre Virgen,
al
bienaventurado siempre San José,
al
bienaventurado siempre San Miguel Arcángel,
a
todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que
roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.
El
Señor todopoderoso y misericordioso nos conceda la absolución y el
perdón de nuestros pecados.
Señor, abre mis labios:
Y mi boca
proclamará tu alabanza.
Dios mío,
ven en mi auxilio.
Señor, apresúrate en socorrerme.
Gloria
eterna al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como
era en el principio, ahora y siempre, por los siglos. Amén.
Dios, Padre Misericordioso, dirigid y
aceptad todos nuestros pensamientos, palabras y obras.
Y
Vos, Virgen Santísima del Rosario de Fátima, alcanzadnos la Gracia
para rezar con devoción esta parte del Santo Rosario, que os
ofrecemos a mayor gloria vuestra, por el bien de la Religión
Católica en todo el mundo y por todas nuestras necesidades
espirituales y temporales, con intención de ganar las indulgencias
concedidas.
Sirva también este
Santo Rosario para desagraviar María a vuestro Santísimo Corazón y
al Santísimo Corazón del Señor, y consolaros de los sacrilegios,
ultrajes e indiferencias que recibís de los ingratos, y por las 5
ofensas y blasfemias que sufrís: contra vuestro Inmaculado Corazón,
contra vuestra Perpetua Virginidad, contra vuestra Maternidad Divina,
contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de
los niños la indiferencia, el desprecio y el odio hacia vos, y
contra los que ultrajan vuestras Sagradas Imágenes.
Virgen Santísima del Rosario de Fátima, vos dijisteis: ‘’Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Oren mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Son muchas almas que van al infierno porque no hay quien rece por ellas’’. Virgen Santísima del Rosario de Fátima deseamos que rezando este Santo Rosario, se salven muchas almas y tengan paz, en especial, las que sean de vuestro mayor agrado.
A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: “Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo”. Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo. El ángel le dijo: “No tengas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al ángel: “¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel la dejó.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús
mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno,
lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más
necesitadas de tu misericordia.
Unos días después María se dirigió
presurosa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María,
el niño saltó en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo.
Y dijo alzando la voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre! ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene
a mí? Tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el niño saltó
de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído que se
cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor!”
Dijo
María: Mi alma magnifica al Señor y exulta de júbilo mi espíritu
en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva; por
eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha
hecho en mí maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es santo. Su
misericordia se derrama de generación en generación sobre los que
le temen.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Éste es el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José, por ser descendiente de David, fue desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su mujer, que estaba encinta. Mientras estaban allí se cumplió el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
A los cuarenta días del nacimiento de Jesús, de la Virgen María, cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en su Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la misma Ley para quienes, por su pobreza, no puedan pagar el precio de un cordero. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo, que moraba en él, le había revelado que no conocería la muerte antes de haber visto al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo; y en el momento de entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subieron todos a la fiesta, según la costumbre; al volverse, pasados aquellos días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Creyendo ellos que estaría en la caravana, hicieron un día de camino. Luego se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que lo oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dió.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Llegados al huerto de Getsemaní, donde Jesús se había reunido muchas veces con sus discípulos, se apartó del grupo, tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan, a quienes les confió, lleno de pavor y angustia: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo». Pero ellos no fueron capaces de acompañarle velando y orando. Jesús fue y vino repetidas veces de la oración a la compañía de sus adormecidos discípulos. A solas, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»; «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú»; «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Finalmente, se levantó de la oración, fue donde los discípulos y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación; ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Después del prendimiento de Jesús en el
Huerto, lo llevaron a casa del Sumo Sacerdote; Pedro y otro discípulo
lo fueron siguiendo, y se quedaron en el atrio. Allí empezó el
proceso religioso contra Jesús, que lo condenó a muerte, por
reconocer que era el Mesías de Israel y por confesar que era
verdadero Hijo de Dios.
Las
autoridades judías no podían por sí mismas ejecutar esa sentencia;
por eso, cuando amaneció, llevaron a Jesús ante el procurador
romano y se lo entregaron. Pilato, al saber que Jesús era galileo y
por tanto súbdito de Herodes, se lo remitió; pero éste, después
de mofarse de Jesús, se lo devolvió.
Pilato
convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les
dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo,
pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este
hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes,
porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la
muerte. Así que le castigaré y le soltaré».
Pilato
intentando liberar a Jesús, les habló de nuevo pero ellos seguían
gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!» Por tercera vez les dijo:
«Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito
que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré». Pero
ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus
gritos eran cada vez más fuertes. Finalmente, Pilato, queriendo
complacer a la gente, les soltó a Barrabás, condenó a Jesús,
mandó azotarle y lo entregó para que fuera crucificado.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Mientras tanto, los hombres que tenían
preso a Jesús se burlaban de él, le escupían y le abofeteaban, y,
cubriéndole con un velo, le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el
que te ha pegado?» Y le insultaban diciéndole otras muchas
cosas.
En cuanto se hizo de día,
se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, que condenó a Jesús y
luego lo llevó ante Pilato. También el Procurador romano acabó
condenando a Jesús y entregándolo para que lo azotaran y lo
crucificaran.
Entonces los soldados
del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron
alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima
un manto de púrpura; trenzaron una corona de espinas y se la
pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando
la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey
de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le
golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le
quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Después de haberse burlado de Jesús,
los soldados le quitaron el manto de púrpura que le habían echado
encima, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir,
encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a
llevar la cruz detrás de Jesús.
Lo
seguía una gran multitud del pueblo y también unas mujeres que se
dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les
dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien
por vosotras y por vuestros hijos…».
Llevaban
además a dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados a un
lugar llamado Gólgota, que quiere decir Calvario, le crucificaron
allí a él y a los malhechores.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Llegados al Calvario, crucificaron a
Jesús y a los dos malhechores. Los soldados se repartieron los
vestidos de Jesús por lotes, y la túnica, tejida de una pieza, sin
costura, la echaron a suerte. Pilato redactó una inscripción que
decía: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos», y la puso
sobre la cruz. Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la
cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Templo y en tres días lo
levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la
cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los
ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo
no puede salvarse. Rey de Israel es, que baje ahora de la cruz, y
creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora,
si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios”».
También los soldados se burlaban de él, y hasta uno de los
malhechores crucificados con él le injuriaba, mientras el otro
decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino»;
Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso».
Al mediodía quedó la
tierra en tinieblas y se produjeron otros fenómenos extraordinarios.
Hacia las tres de la tarde, habiendo dado perfecto cumplimiento a
todos los designios divinos, Jesús se encomendó a su Padre con voz
poderosa e inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío,
perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al
cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Pasado el sábado, al rayar el alba, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve. Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: “No temáis; sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid, ved el sitio donde estaba. Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. Ya os lo he dicho”.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Después de su pasión y muerte, Jesús se presentó a los apóstoles que había elegido, dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Les prometió que serían bautizados en el Espíritu Santo: «Recibiréis –les dijo– la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». Y entre las muchas instrucciones que les fue dando, San Mateo recuerda que les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Después de la Ascensión del Señor,
cuantos le habían acompañado de Jerusalén al Monte de los Olivos
regresaron a la Ciudad, y perseveraban constantes en la oración, en
compañía de María, la madre de Jesús, aguardando el cumplimiento
de la promesa del Resucitado: «Vosotros seréis bautizados en el
Espíritu Santo dentro de pocos días… Recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis
testigos…»
Al llegar el día de
la fiesta judía de Pentecostés, cincuenta días después de pascua,
y de la Resurrección del Señor, estaban todos reunidos en un mismo
lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de
viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les concedía expresarse.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
La Santísima Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria
del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección
de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su
Cuerpo.
“Llena de gracia” Dios
le había concedido todas las gracias, no sólo la gracia
santificante, sino todas las gracias de que era capaz una criatura
predestinada para ser Madre de Dios.
«Todas
las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha
hecho obras grandes en mí»
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza”. «Con ánimo verdaderamente maternal, al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Ángeles y sobre los grados todos de los Santos en el cielo; estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficazmente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
María,
Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos
del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia.
Gracias os damos Soberana Reina, por los
favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano;
dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y
amparo; y para más obligaros, os saludamos con un Salve:
Dios
te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza
nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a
ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea,
pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce
siempre Virgen María!, ruega por nosotros Santa Madre de Dios para
que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
Señor, ten piedad. Señor, ten
piedad
Cristo, ten piedad. Cristo,
ten piedad
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos.
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos.
Cristo, escúchanos
Dios, Padre
celestial. Ten piedad de nosotros
Dios,
Hijo, Redentor del mundo. Ten piedad de nosotros
Dios,
Espíritu Santo. Ten piedad de nosotros
Santísima
Trinidad, un solo Dios. Ten piedad de nosotros
Santa
María, ruega por nosotros
Santa
Madre de Dios, ruega por nosotros
Santa
Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros
Madre
de Cristo, ruega por nosotros
Madre
de la Iglesia, ruega por nosotros
Madre
de la divina gracia, ruega por nosotros
Madre
purísima, ruega por nosotros
Madre
castísima, ruega por nosotros
Madre
siempre virgen, ruega por nosotros
Madre
inmaculada, ruega por nosotros
Madre
amable, ruega por nosotros
Madre
admirable, ruega por nosotros
Madre
del buen consejo, ruega por nosotros
Madre
del Creador, ruega por nosotros
Madre
del Salvador, ruega por nosotros
Madre
de misericordia, ruega por nosotros
Virgen
prudentísima, ruega por nosotros
Virgen
digna de veneración, ruega por nosotros
Virgen
digna de alabanza, ruega por nosotros
Virgen
poderosa, ruega por nosotros
Virgen
clemente, ruega por nosotros
Virgen
fiel, ruega por nosotros
Espejo de
justicia, ruega por nosotros
Trono
de la sabiduría, ruega por nosotros
Causa
de nuestra alegría, ruega por nosotros
Vaso
espiritual, ruega por nosotros
Vaso
digno de honor, ruega por nosotros
Vaso
de insigne devoción, ruega por nosotros
Rosa
mística, ruega por nosotros
Torre
de David, ruega por nosotros
Torre
de marfil, ruega por nosotros
Casa
de oro, ruega por nosotros
Arca de
la Alianza, ruega por nosotros
Puerta
del cielo, ruega por nosotros
Estrella
de la mañana, ruega por nosotros
Salud
de los enfermos, ruega por nosotros
Refugio
de los pecadores, ruega por nosotros
Consoladora
de los afligidos, ruega por nosotros
Auxilio
de los cristianos, ruega por nosotros
Reina
de los Ángeles, ruega por nosotros
Reina
de los Patriarcas, ruega por nosotros
Reina
de los Profetas, ruega por nosotros
Reina
de los Apóstoles, ruega por nosotros
Reina
de los Mártires, ruega por nosotros
Reina
de los Confesores, ruega por nosotros
Reina
de las Vírgenes, ruega por nosotros
Reina
de todos los Santos, ruega por nosotros
Reina
concebida sin pecado original, ruega por nosotros
Reina
asunta a los Cielos, ruega por nosotros
Reina
del Santísimo Rosario, ruega por nosotros
Reina
de la familia, ruega por nosotros
Reina
de la paz, ruega por nosotros.
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten misericordia de
nosotros
Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios
Para que seamos
dignos de alcanzar
las promesas de
nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Santa María. Ruega por nosotros
San
José. Ruega por nosotros
Ilustre
descendiente de David. Ruega por nosotros
Luz
de los patriarcas. Ruega por nosotros
Esposo
de la Madre de Dios. Ruega por nosotros
Custodio
purísimo de la Virgen. Ruega por nosotros
Nutricio
del Hijo de Dios. Ruega por nosotros
Diligente
defensor de Cristo. Ruega por nosotros
Jefe
de la Sagrada Familia. Ruega por nosotros
José
justo. Ruega por nosotros
José
casto. Ruega por nosotros
José
prudente. Ruega por nosotros
José
fuerte. Ruega por nosotros
José
obediente. Ruega por nosotros
José
fiel. Ruega por nosotros
Espejo de
paciencia. Ruega por nosotros
Amante
de la pobreza. Ruega por nosotros
Modelo
de obreros. Ruega por nosotros
Gloria
de la vida doméstica. Ruega por nosotros
Custodio
de vírgenes. Ruega por nosotros
Sostén
de las familias. Ruega por nosotros
Consuelo
de los desdichados. Ruega por nosotros
Esperanza
de los enfermos. Ruega por nosotros
Patrono
de los moribundos. Ruega por nosotros
Terror
de los demonios. Ruega por nosotros
Protector
de la Santa Iglesia. Ruega por nosotros
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten misericordia de
nosotros
Lo nombró el Señor a San
José administrador de su casa. Y Señor de todas sus posesiones
¡Oh
Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José
para esposo
de tu Santísima
Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el
cielo,
ya que lo veneramos como
protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de
los
siglos. Amén.
A ti, bienaventurado San José, acudimos en
nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu
Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño
Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la
herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y
auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege,
oh providentísimo Custodio de la Divina Familia, la escogida
descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo,
este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo,
en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo
libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora
defiende a la Santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de
toda adversidad.
Y a cada uno de
nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo
tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y
alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.
Te rogamos nos concedas, Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, y del bienaventurado siempre San José, vernos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
San Miguel Arcángel: Defiéndenos en la pelea contra Satanás y sus demonios; sed nuestro amparo y protección; que el Altísimo os dé el poder y el permiso para que nos asistáis y que Dios haga oír su voz imperiosa para que expulse a Satanás y sus demonios que quieren hacer perder la humanidad. Que tu grito: “¿Quién como Dios?, ¡nadie es como Dios!”, someta a Satanás y sus demonios bajo nuestros pies. Amén.
Virgen Santísima del Rosario de Fátima, vos dijisteis: ‘’Mira, hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos a todos momentos me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, me vienes a consolar y dí que todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario con el fin de desagravarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas’’.
Mirad el Corazón de la Santísima Virgen que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos le clavan sin que nadie haga un acto de reparación para eliminarlos.
La Virgen Santísima dijo que en estos últimos tiempos en los que vivimos ha dado una nueva eficacia al rezo del Rosario. Hasta el punto que no hay ningún problema que no pueda ser resuelto por el Rosario. No importa lo difícil que sea, ya sea temporal o, sobre todo, espiritual. En la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo, o de las comunidades religiosas, o incluso de la vida de los pueblos y naciones. Con el Santo Rosario, nos salvaremos; vamos a santificarnos; vamos a consolar a nuestro Señor y a nuestra Señora; y obtener la salvación de muchas almas.
Oh Jesús, este sacrificio es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.