
Nuestra Señora del Rosario de Fátima
Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Oren mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Son muchas almas que van al infierno porque no hay quien rece por ellas.
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Nuestra Señora del Rosario de Fátima
Tú, al menos, me vienes a consolar y dí que todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagravarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.
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Reza diariamente con la Santísima Virgen el Santo Rosario Católico de 15 misterios.
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Te salvarás tú y salvarás las almas de muchos.
Esta Catequesis Católica Tradicional del Magisterio de la Iglesia, enseña la sana Doctrina de Jesucristo, verdadero Hombre y verdadero Dios, y se opone a todas las falsas enseñanzas diabólicas vaciadas de Jesucristo, que no han sido reveladas por Dios, como la falsa enseñanza de los seguidores del inválido Concilio Vaticano II, que incluso adoptan falsamente el nombre de Católicos, sin serlo.
San Mateo 28:18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del mundo.
Esta es la fe de los Apóstoles, y debe ser la fe de los que se llamen a si mismos Católicos. A los que veáis que no están conformes con bautizar y enseñar a todos los pueblos, para conseguir con sus oraciones la Salvación de todos los pueblos, no les consideréis Católicos, porque no lo son, son protestantes de la Sagrada Palabra de Dios. Estos son de corazón pagano, de corazón sin Dios, se oponen al Espíritu Santo de Dios, se han autoexcluido del Cuerpo de la Iglesia, están excomulgados, y han renunciado a su propia Salvación, que podrían obtener si rezaran por la Salvación de las demás personas. Fuera de la Iglesia no hay Salvación.
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La Santísima Virgen del Rosario de Fátima avisó en 1917 del castigo de Dios a los hombres por sus pecados, en la forma de la persecución a su Iglesia Mensajes de la Santísima Virgen de Fátima Esta persecución se materializó en 1958 con una revolución interna en la Iglesia, por parte de la secta Vaticano II, secta no Católica que desprecia la Doctrina Católica Tradicional, y que con el Espíritu del anticristo persigue a los Católicos Tradicionales, aquellos que guardan los mandamientos y las enseñanzas de Jesucristo.
“Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará” es la gran profecía que ya viene, y que todo buen Católico espera. Pero antes, la Santísima Virgen solicitó a la Iglesia la consagración de Rusia y la comunión reparadora en los primeros sábados. Al no haber sido atendidas sus peticiones, Rusia no se convirtió a su Inmaculado Corazón, y esparció sus errores por el mundo, como profetizó la Santísima Virgen. Rusia contaminó el interior de la Iglesia con su ateísmo, lo cual dió origen a la revolución Doctrinal del falso concilio Vaticano II. Rusia promueve guerras y persecuciones a la Iglesia, como profetizó la Santísima Virgen.
La secta Vaticano II, secta no Católica, supone el mayor cisma, la mayor separación de la historia de la Iglesia Católica. Estáis viviendo por ello la gran tribulación profetizada, motivada porque esta secta promueve su gran apostasía entre los creyentes. Fomentan la relajación de las obligaciones de la fe, se muestran indiferentes a los Sagrados mandamientos de Dios, difunden un Evangelio diferente al Evangelio de Jesucristo, hasta el extremo de enseñar la salvación fuera de Jesucristo, en otros cultos, en su total apostasía. Todo ello afirmando falsamente ser Católicos, para la total perdición de las almas de sus seguidores, los que han caído en su engaño. Una única es la Iglesia Católica de Jesucristo Nuestro Señor y de María Nuestra Señora.
La mayoría de la personas continúan ignorando y despreciando el mensaje de la Santísima Virgen del Rosario de Fátima, que contiene el mayor contenido profético de entre todos los mensajes de la Santísima Virgen y que podría salvar sus almas. Nos dice la Sagrada Escritura: “señales y prodigios de mentira, y con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su Salvación el amor de la Verdad. Y por esto Dios les envía poderes de engaño, a fin de que crean la mentira, para que sean juzgados todos aquellos incrédulos a la Verdad, los cuales se complacen en la injusticia”, “apartarán de la Verdad el oído, pero se volverán a las fábulas”.
Lucía de Fátima: “La Virgen Santísima dijo que en estos últimos tiempos en los que vivimos ha dado una nueva eficacia al rezo del Rosario. Hasta el punto que no hay ningún problema que no pueda ser resuelto por el Rosario. No importa lo difícil que sea, ya sea temporal o, sobre todo, espiritual. En la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo, o de las comunidades religiosas, o incluso de la vida de los pueblos y naciones. Con el Santo Rosario, nos salvaremos; vamos a santificarnos; vamos a consolar a nuestro Señor y a nuestra Señora; y obtener la salvación de muchas almas”.
El triunfo del Inmaculado Corazón de la Virgen María viene a cada uno de vosotros, cuando atendéis su petición y rezáis diariamente el Santo Rosario de 15 misterios Santo Rosario Católico Rezando diariamente con la Santísima Virgen venceréis la potente y falsa enseñanza del anticristo, que todo lo ha contaminado y oscurecido, hasta el punto de que la humanidad, en su mayoría, no sabe discernir en sus vidas los pecados mortales que condenan su alma. Rezando diariamente con la Santísima Virgen vuestra vida cambiará definitivamente. Bendita la inocencia perdida que ha sido recuperada. La Restauración de la Santa Iglesia ya ha comenzado.
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Ofensas contra el Inmaculado Corazón de María
Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
Blasfemias contra su Perpetua Virginidad.
Blasfemias contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
Blasfemias contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Santísima Madre Inmaculada.
Blasfemias contra los que la ultrajan directamente en sus Sagradas Imágenes.
Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor Jesucristo le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: “Hija mía, la razón es sencilla, se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María”.
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Los Avisos de la Santísima Virgen y de Nuestro Señor Jesucristo.
La Santísima Virgen nos advirtió en Fátima de las muchas almas que se condenan por no profesar su devoción: Mensajes de la Santísima Virgen de Fátima “Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por pecados contra Mi cometidos, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y ora”, “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón, a quien la abrace, promete la Salvación”, “Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para Salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se Salvarán muchas almas y tendrán paz”. Enseñar falsamente acerca de la Salvación de las almas, sin la devoción a la Santísima Virgen, como pretenden las sectas protestantes, conduce a la condenación de esas almas. Dios quiere establecer la devoción a su Santísima Madre, y así lo enseña su Iglesia. Los que no prediquen esta enseñanza, no son Católicos.
La Santísima Virgen solicitó expresamente en Fátima el rezo diario del Santo Rosario Católico Tradicional de 15 misterios, al que dotó de una nueva eficacia Mensajes de la Santísima Virgen de Fátima para resolver todos los problemas temporales y espirituales, para resolver los problemas de la vida personal de cada uno, los problemas de la vida familiar, e incluso los problemas de la vida de los pueblos y naciones. Así, cuando rezamos su Santo Rosario Católico Tradicional de 15 misterios, profesamos verdaderamente nuestra devoción por la Santísima Virgen. Así predicamos con nuestros hechos, porque las palabras sin hechos no conducen a la Salvación.
El Santo Rosario Católico Tradicional diario o Salterío de la Santísima Virgen consta de 15 misterios: 5 misterios gozosos, 5 misterios dolorosos y 5 misterios gloriosos, que reflejan los grandes misterios de la vida cristiana: la Encarnación, la Redención y la Glorificación. En el año 1214, la Santísima Virgen se lo entregó al español Santo Domingo de Guzmán, para poner fin a las herejías y como último remedio para la Salvación de la almas. No recéis las oraciones sugeridas por herejes y apóstatas, ellas no forman parte del Magisterio de la Santa Iglesia, como los 5 misterios luminosos enseñados por el hereje Juan Pablo II, con los que profanó el Santo Rosario. El Santo Rosario Católico Tradicional diario es de 15 misterios, ni de 5 misterios, ni de 20 misterios, como algunos pretenden. Con el Santo Rosario Católico Tradicional diario de 15 misterios nos Salvaremos; vamos a santificarnos; vamos a consolar a nuestro Señor y a nuestra Señora; y obtener la Salvación de muchas almas.
Nuestro Señor Jesucristo nos profetizó en San Juan 5:43 “He venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, ¡a ése lo recibiréis!”. Antes recibiréis a falsos Cristos, como a Juan Pablo II, que se autodenominó Cristo, sin serlo. Antes recibiréis sus heréticas enseñanzas, en las que afirma que los otros cultos conducen a Dios, lo que verdaderamente sigue originando el extravío y la perdición de muchísimas almas… Antes recibiréis a falsos Cristos, con el espíritu del anticristo, que recibiréis al propio Jesucristo, verdadero y único Creador y Redentor de la humanidad, que ha venido con la Verdad de la Palabra del Padre, y pocos la guardan y caminan según ella.
Si viene otro en su propio nombre como Juan Pablo II, con su propias verdades, con sus verdades últimas y definitivas, según dijo, que son grandes mentiras que no han sido reveladas por Dios Santo, a ese otro que no lleva el Evangelio de Jesucristo, a ese otro si lo recibís. A ese otro que os llamó a todos Cristo, y no lo sois, porque solo uno es Cristo Nuestro Señor, a ese otro que se exaltó en el lugar Santo sobre todas las cosas, predicando otro Evangelio, a ese otro que dió un falso testimonio de la Revelación de Dios, a ese otro lo recibís con las manos abiertas, y lo acogéis en vuestro corazón con mucho agrado y devoción, desechando al Santo Espíritu de Dios en su Santa Palabra. En esta Catequesis Católica no se juzga, solo Dios juzga, esta enseñanza incluye una correcta y necesaria rectificación dirigida a algunos, tal como solicita el Señor y su Ley Divina, para no hacernos cómplices de sus pecados.
La Santísima Virgen profetizó en La Salette que Roma se convertiría en la sede del Anticristo. La falsa predicación de Juan Pablo II, que no era católico, arrastró fuera de la Iglesia y eclipsó a la mayor parte de los que se llamaban católicos, al celebrar juntos que hay Salvación en otros cultos fuera de Jesús, celebrándolo sus seguidores con gran jubileo hasta nuestros días. Juan Pablo II promovió la apostasía, la adoración de demonios y la total idolatría, sometiendo a una humillación y burla extrema a nuestro Señor Santísimo, al promover por igual el culto a demonios y a Dios Santísimo, para mayor deleite y gozo de sus seguidores.
Apocalipsis 13: “Y yo vi una de las cabezas de la bestia como si se le hubiese dado muerte: mas fue sanada de su golpe mortal, y se maravilló toda la tierra”. “Y adorarán al dragón todos los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos, desde la fundación del mundo, en el libro de la vida del Cordero inmolado’‘. Recordad las cruces invertidas en la vestimenta de Juan Pablo II y recordad también la jornada mundial de oración en Asís, que él mismo organizó, rodeado de los líderes de multitud de cultos de la tierra, presidiendo el acto y esperando ser adorado y recordado por todos ellos y sus seguidores, en un culto infame que ha robado a Dios, un esperpento jamás visto en la historia del cristianismo. Los que adoren a la bestia y a su imagen no tendrán descanso ni de noche, ni de día… Muchos, por orgullo, no se van a arrepentir de sus pecados y condenarán su alma al final de sus días, y algunos de estos, cuando vean la magnitud de su castigo eterno, buscarán a Dios pero no lo encontrarán, ahora es el tiempo para buscar a Dios, arrepentirse y encontrarlo.
Estos herejes de esta secta conciliar protestante, ya no necesitan de la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, de su sacrificio, para la Salvación de las almas. Desde su comienzo han defendido que hay Salvación fuera de Nuestro Señor, en otro cultos, por ello, conviven con la Abominación Desoladora, se han suspendido del sacrificio perpetuo, y beben, sin saberlo, del cáliz de la ira de Dios, de la copa de su condenación. En total rebeldía, ellos mismos expanden la idolatría, aborrecida por Dios, por todo el mundo, prefieren adorar ídolos y demonios que adorar a Dios Santísimo, y ello les conduce a la condenación de sus almas. Recordad que los falsos sacramentos de estos herejes son inválidos.
Nos dice Nuestro Señor Jesucristo en San Juan 6:53 “En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna y Yo le resucitaré en el último día ”. Buscad a los verdaderos sacerdotes Católicos Tradicionales para celebrar el Santo Sacramento de la Eucaristía, desconfiad de algunos de esta secta conciliar protestante, que falsamente se denominan Católicos Tradicionales, porque sus falsas misas tridentinas se realizan en latín, pero llevan un falso evangelio que sube desde el abismo, humo de satanás. Los 3 días de oscuridad de cada impenitente durarán tanto como se prolongue su soberbia, sin arrepentimiento y confesión el impenitente morirá en sus pecados, y después será tarde para arrepentirse, ya que estos resucitarán para su condenación, ahí vendrán el llanto y crujir de dientes por una eternidad.
Haced lo que Ella os diga, si queréis Salvar vuestra alma.
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Nuestra Señora del Rosario de Fátima: Santo Rosario Católico
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SANTO ROSARIO CATÓLICO DIARIO DE 15 MISTERIOS
SEÑAL DE LA CRUZ
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONFESIÓN DE LOS PECADOS
Yo, pecador me confieso a Dios todopoderoso,
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado siempre San José,
al bienaventurado siempre San Miguel Arcángel,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que pequé gravemente de pensamiento, palabra, obra y omisión;
por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa.
Por eso, ruego a Santa María siempre Virgen,
al bienaventurado siempre San José,
al bienaventurado siempre San Miguel Arcángel,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.
El Señor todopoderoso y misericordioso nos conceda la absolución y el perdón de nuestros pecados.
PETICIÓN
Señor, abre mis labios:
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, apresúrate en socorrerme.
Gloria eterna al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos. Amén.
OFRECIMIENTO
Dios, Padre Misericordioso, dirigid y aceptad todos nuestros pensamientos, palabras y obras.
Y Vos, Virgen Santísima del Rosario de Fátima, alcanzadnos la Gracia para rezar con devoción esta parte del Santo Rosario, que os ofrecemos a mayor gloria vuestra, por el bien de la Religión Católica en todo el mundo y por todas nuestras necesidades espirituales y temporales, con intención de ganar las indulgencias concedidas.
Sirva también este Santo Rosario para desagraviar María a vuestro Santísimo Corazón y al Santísimo Corazón del Señor, y consolaros de los sacrilegios, ultrajes e indiferencias que recibís de los ingratos, y por las 5 ofensas y blasfemias que sufrís: contra vuestro Inmaculado Corazón, contra vuestra Perpetua Virginidad, contra vuestra Maternidad Divina, contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y el odio hacia vos, y contra los que ultrajan vuestras Sagradas Imágenes.
Virgen Santísima del Rosario de Fátima, vos dijisteis: ‘’Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Oren mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Son muchas almas que van al infierno porque no hay quien rece por ellas’’. Virgen Santísima del Rosario de Fátima deseamos que rezando este Santo Rosario, se salven muchas almas y tengan paz, en especial, las que sean de vuestro mayor agrado.
En cada uno de los quince misterios se reza un Padre Nuestro y diez Ave María.
MISTERIOS GOZOSOS
Primer misterio: La encarnación del Hijo de Dios.
A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: “Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo”. Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo. El ángel le dijo: “No tengas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al ángel: “¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel la dejó.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Segundo misterio: La visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
Unos días después María se dirigió presurosa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Y dijo alzando la voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí? Tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído que se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor!”
Dijo María: Mi alma magnifica al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es santo. Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Tercer misterio: El nacimiento del Hijo de Dios.
Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Éste es el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José, por ser descendiente de David, fue desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su mujer, que estaba encinta. Mientras estaban allí se cumplió el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Cuarto misterio: La Presentación del Señor Jesús en el templo.
A los cuarenta días del nacimiento de Jesús, de la Virgen María, cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en su Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la misma Ley para quienes, por su pobreza, no puedan pagar el precio de un cordero. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo, que moraba en él, le había revelado que no conocería la muerte antes de haber visto al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo; y en el momento de entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Quinto misterio: La Niño Jesús perdido y hallado en el templo.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subieron todos a la fiesta, según la costumbre; al volverse, pasados aquellos días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Creyendo ellos que estaría en la caravana, hicieron un día de camino. Luego se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que lo oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dió.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
MISTERIOS DOLOROSOS
Sexto misterio: La Oración de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní.
Llegados al huerto de Getsemaní, donde Jesús se había reunido muchas veces con sus discípulos, se apartó del grupo, tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan, a quienes les confió, lleno de pavor y angustia: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo». Pero ellos no fueron capaces de acompañarle velando y orando. Jesús fue y vino repetidas veces de la oración a la compañía de sus adormecidos discípulos. A solas, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»; «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú»; «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Finalmente, se levantó de la oración, fue donde los discípulos y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación; ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Séptimo misterio: La Flagelación a Nuestro Señor.
Después del prendimiento de Jesús en el Huerto, lo llevaron a casa del Sumo Sacerdote; Pedro y otro discípulo lo fueron siguiendo, y se quedaron en el atrio. Allí empezó el proceso religioso contra Jesús, que lo condenó a muerte, por reconocer que era el Mesías de Israel y por confesar que era verdadero Hijo de Dios.
Las autoridades judías no podían por sí mismas ejecutar esa sentencia; por eso, cuando amaneció, llevaron a Jesús ante el procurador romano y se lo entregaron. Pilato, al saber que Jesús era galileo y por tanto súbdito de Herodes, se lo remitió; pero éste, después de mofarse de Jesús, se lo devolvió.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré».
Pilato intentando liberar a Jesús, les habló de nuevo pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!» Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré». Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Finalmente, Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás, condenó a Jesús, mandó azotarle y lo entregó para que fuera crucificado.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Octavo misterio: La Coronación de espinas a Nuestro Señor.
Mientras tanto, los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, le escupían y le abofeteaban, y, cubriéndole con un velo, le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.
En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, que condenó a Jesús y luego lo llevó ante Pilato. También el Procurador romano acabó condenando a Jesús y entregándolo para que lo azotaran y lo crucificaran.
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; trenzaron una corona de espinas y se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Noveno misterio: El Señor cargando la Cruz.
Después de haberse burlado de Jesús, los soldados le quitaron el manto de púrpura que le habían echado encima, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús.
Lo seguía una gran multitud del pueblo y también unas mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos…».
Llevaban además a dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados a un lugar llamado Gólgota, que quiere decir Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Décimo misterio: La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor.
Llegados al Calvario, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores. Los soldados se repartieron los vestidos de Jesús por lotes, y la túnica, tejida de una pieza, sin costura, la echaron a suerte. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos», y la puso sobre la cruz. Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Templo y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios”». También los soldados se burlaban de él, y hasta uno de los malhechores crucificados con él le injuriaba, mientras el otro decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino»; Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».
Al mediodía quedó la tierra en tinieblas y se produjeron otros fenómenos extraordinarios. Hacia las tres de la tarde, habiendo dado perfecto cumplimiento a todos los designios divinos, Jesús se encomendó a su Padre con voz poderosa e inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
MISTERIOS GLORIOSOS
Decimoprimer misterio: La Resurrección del Señor.
Pasado el sábado, al rayar el alba, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve. Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: “No temáis; sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid, ved el sitio donde estaba. Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. Ya os lo he dicho”.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Décimosegundo misterio: La Ascensión del Señor a los Cielos.
Después de su pasión y muerte, Jesús se presentó a los apóstoles que había elegido, dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Les prometió que serían bautizados en el Espíritu Santo: «Recibiréis –les dijo– la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». Y entre las muchas instrucciones que les fue dando, San Mateo recuerda que les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Décimotercer misterio: La Venida del Espíritu Santo.
Después de la Ascensión del Señor, cuantos le habían acompañado de Jerusalén al Monte de los Olivos regresaron a la Ciudad, y perseveraban constantes en la oración, en compañía de María, la madre de Jesús, aguardando el cumplimiento de la promesa del Resucitado: «Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días… Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos…»
Al llegar el día de la fiesta judía de Pentecostés, cincuenta días después de pascua, y de la Resurrección del Señor, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Décimocuarto misterio: La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.
La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo.
“Llena de gracia” Dios le había concedido todas las gracias, no sólo la gracia santificante, sino todas las gracias de que era capaz una criatura predestinada para ser Madre de Dios.
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí»
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Décimoquinto misterio: La Coronación de la Santísima Virgen en los Cielos.
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza”. «Con ánimo verdaderamente maternal, al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Ángeles y sobre los grados todos de los Santos en el cielo; estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficazmente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada».
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre Nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, Madre de gracia, Madre de piedad, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
AGRADECIMIENTO
Gracias os damos Soberana Reina, por los favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano; dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos con un Salve:
Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!, ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
LETANÍAS DE LA VIRGEN
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Madre de Cristo, ruega por nosotros.
Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Madre de la divina gracia, ruega por nosotros.
Madre purísima, ruega por nosotros.
Madre castísima, ruega por nosotros.
Madre siempre virgen, ruega por nosotros.
Madre inmaculada, ruega por nosotros.
Madre amable, ruega por nosotros.
Madre admirable, ruega por nosotros.
Madre del buen consejo, ruega por nosotros.
Madre del Creador, ruega por nosotros.
Madre del Salvador, ruega por nosotros.
Madre de misericordia, ruega por nosotros.
Virgen prudentísima, ruega por nosotros.
Virgen digna de veneración, ruega por nosotros.
Virgen digna de alabanza, ruega por nosotros.
Virgen poderosa, ruega por nosotros.
Virgen clemente, ruega por nosotros.
Virgen fiel, ruega por nosotros.
Espejo de justicia, ruega por nosotros.
Trono de la sabiduría, ruega por nosotros.
Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Vaso espiritual, ruega por nosotros.
Vaso digno de honor, ruega por nosotros.
Vaso de insigne devoción, ruega por nosotros.
Rosa mística, ruega por nosotros.
Torre de David, ruega por nosotros.
Torre de marfil, ruega por nosotros.
Casa de oro, ruega por nosotros.
Arca de la Alianza, ruega por nosotros.
Puerta del cielo, ruega por nosotros.
Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
Salud de los enfermos, ruega por nosotros.
Refugio de los pecadores, ruega por nosotros.
Consoladora de los afligidos, ruega por nosotros.
Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.
Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.
Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Reina de los Profetas, ruega por nosotros.
Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Reina de los Mártires, ruega por nosotros.
Reina de los Confesores, ruega por nosotros.
Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Reina de todos los Santos, ruega por nosotros.
Reina concebida sin pecado original, ruega por nosotros.
Reina asunta a los Cielos, ruega por nosotros.
Reina del Santísimo Rosario, ruega por nosotros.
Reina de la familia, ruega por nosotros.
Reina de la paz, ruega por nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
LETANÍAS A SAN JOSÉ
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Custodio purísimo de la Virgen, ruega por nosotros.
Nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Diligente defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José justo, ruega por nosotros.
José casto, ruega por nosotros.
José prudente, ruega por nosotros.
José fuerte, ruega por nosotros.
José obediente, ruega por nosotros.
José fiel, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de obreros ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desdichados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrono de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.
Lo nombró el Señor a San José administrador de su casa y Señor de todas sus posesiones.
¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para esposo de tu Santísima Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN A SAN JOSÉ
A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la Divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la Santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.
ORACIÓN
Te rogamos nos concedas, Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, y del bienaventurado siempre San José, vernos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
San Miguel Arcángel: Defiéndenos en la pelea contra Satanás y sus demonios; sed nuestro amparo y protección; que el Altísimo os dé el poder y el permiso para que nos asistáis y que Dios haga oír su voz imperiosa para que expulse a Satanás y sus demonios que quieren hacer perder la humanidad. Que tu grito: “¿Quién como Dios?, ¡nadie es como Dios!”, someta a Satanás y sus demonios bajo nuestros pies. Amén.
Virgen Santísima del Rosario de Fátima, vos dijisteis: ‘’Mira, hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos a todos momentos me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, me vienes a consolar y dí que todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario con el fin de desagravarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas’’.
Mirad el Corazón de la Santísima Virgen que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos le clavan sin que nadie haga un acto de reparación para eliminarlos.
La Virgen Santísima dijo que en estos últimos tiempos en los que vivimos ha dado una nueva eficacia al rezo del Rosario. Hasta el punto que no hay ningún problema que no pueda ser resuelto por el Rosario. No importa lo difícil que sea, ya sea temporal o, sobre todo, espiritual. En la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo, o de las comunidades religiosas, o incluso de la vida de los pueblos y naciones. Con el Santo Rosario, nos salvaremos; vamos a santificarnos; vamos a consolar a nuestro Señor y a nuestra Señora; y obtener la salvación de muchas almas.
Oh Jesús, este sacrificio es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
APARICIONES Y MENSAJES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL ROSARIO DE FÁTIMA
Ciclo Angélico: Apariciones del Ángel en el año 1916
Primera aparición del Ángel
Lugar: Loca do Cabeço, Pregonero en los Valinhos
Fecha: Primavera de 1916
«– ¡No temáis! Soy en Ángel de la Paz. Orad conmigo.
Y arrodillándose en la tierra, dobló la frente hasta el suelo. Llevados por un movimiento sobrenatural, lo imitamos y repetimos las palabras que le oíamos pronunciar:
– Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Después de repetir esto tres veces, se levanta y dice:
– Orad así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas»
Segunda aparición del Ángel
Lugar: Quintal de la casa de Lucía, al lado del Pozo do Arneiro
Fecha: Verano de 1916
«– ¿Qué hacéis? ¡Orad! ¡Orad mucho! Los corazones de Jesús y María tiene sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.
– ¿Cómo nos tenemos que sacrificar? – pregunté.
– De todo lo que puedas, ofrece un sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atrae, así, la paz sobre tu Patria. Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envía».
Tercera aparición del Ángel
Lugar: Loca do Cabeço,
Fecha: Otoño de 1916
«[…] trayendo en la mano un cáliz y sobre el una Hostia, de la cual cayeron, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postró por tierra y repitió tres veces la oración:
– Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
Después, levantándose, tomó de nuevo el cáliz y la Hostia y me dio la Hostia a mi y lo que contenía el cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo:
– Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.
De nuevo se postró por tierra y repitió con nosotros tres veces más la misma oración:
– Santísima Trinidad… etc.»
Ciclo Mariano: Apariciones de Nuestra Señora en el año 1917
Primera aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria.
Fecha: 13 de Mayo de 1917 «– ¡No tengáis miedo! ¡Yo no os voy a hacer daño!
– ¿De dónde es usted? – le pregunté.
– Soy del Cielo.
– ¿Y qué es lo que usted me quiere?
– Vine a pediros que vengáis aquí, seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez.
[– ¿Usted me sabe decir si la guerra aún durará mucho tiempo o se acabará en breve?
– No te lo puedo decir aún, mientras no te diga también lo que quiero.]
– ¿Y yo también voy a ir al Cielo?
– Sí, irás.
– ¿Y Jacinta?
– También.
– ¿Y Francisco?
– También, pero tiene que rezar muchos rosarios.
[…]
– ¿Y María das Neves ya está en el Cielo?
– Sí, está.
– ¿Y Amélia?
– Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo.
[…]
– ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él os quiera enviar, en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?
– ¡Sí, queremos!
– Vais, pues, a tener que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo.
Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc.) cuando abrió por primera vez las manos, comunicándonos una luz tan intensa, que expedía de ellas como un gran reflejo, que penetrándonos en el pecho y en lo más íntimo del alma, nos hacía ver a nosotros mismos en Dios, que era esa luz, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un impulso íntimo también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente:
– ¡Oh Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento!
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora agregó:
– Recen el Rosario todos los días, para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra.»
Segunda aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria,
Fecha: 13 de Junio de 1917
Personas presentes: 50 a 60 personas
«– ¿Usted qué es lo que me quiere? – pregunté.
– Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario y que aprendan a leer. Después diré lo que quiero.
Pedí la cura para un enfermo.
– Si se convierte, se curará durante el año.
– Quería pedirle que nos llevara para el Cielo.
– Sí; Jacinta y Francisco me los llevo en breve. Pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón, a quien la abrace, promete la salvación; y serán queridas de Dios estas almas, como flores puestas por Mi adornando su Trono.
– ¿Quedo aquí solita? – pregunté, con pena.
– No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios.
Fue en el momento en el que dijo estas últimas palabras cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de esa luz que se elevaba hacia el Cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Enfrente de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora, estaba un corazón rodeado de espinas que parecían estar clavados. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que quería reparación.»
Tercera aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria
Fecha: 13 de Julio de 1917
Personas presentes: entre 4.000-5.000 ó 2.000-3.000
«– ¿Usted que es lo que me quiere?
– Quiero que vengan aquí el día 13 del mes que viene, que continúen rezando el Rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque solo Ella os puede ayudar.
– Quería pedirle que nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece.
– Continúen viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, lo qué quiero, y haré un milagro que todos podrán ver, para creer.
[– Tengo aquí una petición para que usted convierta a una mujer de Pedrógão y una de Fátima y mejore a un niño de Moita.
Ella dijo que las convertía y mejoraba en un año.]
– Santificáos por los pecadores y decid muchas veces y en especial cuando hagáis algún sacrificio: «Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».
Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos, como en los dos meses anteriores.
El reflejo pareció penetrar en la tierra y vimos como un gran mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fueses brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían junto con nubes de humo, cayendo por todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes (incendios), sin peso ni equilibrio, entre giros y gemidos de dolor y desesperanza que horrorizaba y hacía estremecer de pavor (¡debió ser al enfrentarme con esta imagen que di ese grito ahí! Dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como carbones negros en la brasa. Asustados y como pidiendo socorro, levantamos las vista hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
– Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo de sus crímenes, por medio de la guerra, de hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirla vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe.
Después de las dos partes que ya expuse, vimos en el lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; al brillar, despedía llamas que parecían que iban a incendiar al mundo; pero se apagaban con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su encuentro: el Ángel apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte dijo: «¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!» Y vimos en una luz inmensa que es Dios algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando le pasa por delante un Obispo vestido de Blanco; tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Varios otros Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, en lo alto de la cual estaba una gran Cruz de troncos toscos como si fueran de corcho con la cáscara; el Santo Padre, antes de llegar ahí, atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tambaleante, con andar vacilante, desconsolado de dolor y pena, iba orando por las almas de los cadáveres que se encontraba por el camino; llegando a lo alto del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y varias personas seglares, caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz estaban dos Ángeles cada uno con una regadera de cristal en la mano, en ellas recogían la sangre de los mártires y con ella regaban las almas que se aproximaban a Dios. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, sí, podéis decírselo.
Cuando rezáis el rosario, decid después de cada misterio: «Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas».
Se siguió un instante de silencio y pregunté:
– ¿Usted no me quiere nada más?
– No. Hoy no quiero nada más.»
Cuarta aparición de Nuestra Señora
Lugar: Valinhos
Fecha: 19 de Agosto de 1917
Personas presentes (el día 13): entre 15.000-18.000, aunque algunos escritos hablan de apenas 5.000
«– ¿Qué es lo que usted me quiere?
– Quiero que continuéis yendo a Cova de Iria el día 13, que continuéis rezando el rosario todos los días. En el último mes, haré un milagro para que todos crean. [Si no hubiesen hablado contigo hacia la Aldea el Milagro sería más conocido; vendría San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo y vendría Nuestro Señor a bendecir al pueblo, venía Nuestra Señora del Rosario con un Ángel de cada lado y Nuestra Señora con un arco de flores alrededor.]
– ¿Qué es lo que usted quiere que se haga con el dinero que el pueblo deja en Cova de Iria?
– Hagan dos andas: una llévala tú con Jacinta y otras dos niñas, vestidas de blanco; la otra la lleva Francisco con tres niños. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y lo que sobre es para la ayuda de una capilla que mandaré construir.
– Quería pedirle la cura de algunos enfermos.
– Sí, a algunos curaré durante el año.
Y tomando un aspecto más triste:
– Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que van muchas almas al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellas.»
Quinta aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria,
Fecha: 13 de Septiembre de 1917
Personas presentes: entre 20.000-30.000
«– Continúen rezando el rosario a Nuestra Señora del Rosario, todos los días, [que tape ella la guerra] para alcanzar el fin de la guerra, [que la guerra está acabando]. En octubre vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, S. José con el Niño Jesús para bendecir al Mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda; traerla solo durante el día.
– Me han hecho muchas peticiones para que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo.
– A algunos curaré, a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean.
– El pueblo quiere mucho una capilla aquí.
– De la mitad del dinero que junten hasta hoy hagan dos andas y donarlos a la Señora del Rosario; la otra mitad que sea para la ayuda de la capilla.
Le ofrecí dos cartas y un bote con agua de colonia.
– Me dieron esto, si usted lo quiere.
– Eso no es conveniente para llevar al Cielo.»
Sexta aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria,
Fecha: 13 de Octubre de 1917
Personas presentes: entre 50.000-70.000
«– ¿Qué es los que usted me quiere?
– Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy la Señora del Rosario, que continúen siempre rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar [aún hoy] y los militares volverán en breve para sus casas.
– Yo tenía muchas cosas para pedirle: si curaba a unos enfermos y si convertía a unos pecadores, etc.
– A unos sí, a otros no. Es necesario que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste:
– ¡No ofendan más a Nuestro Señor que ya está muy ofendido! Si el pueblo se enmienda, acaba la guerra y, si no se enmienda, acaba el mundo. – ¿Aún me quiere alguna cosa más?
– Ya no quiero nada más. Y, abriendo las manos, las hizo reflejar en el Sol. Y mientras se elevaba, continuaba la reflejo de su propia luz proyectando en el Sol.
[…]
Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa distancia del firmamento, vimos, al lado del sol, a San José con el Niño y Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con los gestos que hacían con la mano en forma de cruz. Poco después, desvanecida esta aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora que me hacía pensar que se trataba de Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma manera que San José. Se desvaneció esta aparición y me pareció ver aún a Nuestra Señora en la forma de Nuestra Señora del Carmen.»
Séptima aparición de Nuestra Señora
Lugar: Cova da Iria,
Fecha: 15 de Junio de 1921
Contexto: Víspera de la salida de Lucía hacia el asilo de Vilar
D. José se encontró por primera vez con Lucía alrededor de 1920-1921, y la interrogó acerca de los acontecimientos. Le propuso abandonar Fátima para ir a Porto, porque allá aún no era conocida.
Del diario de la Hermana Lucía:
«De nuevo, en Fátima, guardé inviolable mi secreto. Pero la alegría que sentí al despedirme del Señor Obispo, duró poco tiempo. Me acordaba de mis familiares, de la casa paterna, de Cova de Iria, Cabeço, Valinhos, del pozo… y ¿ahora dejar todo, así, de una vez para siempre? ¿Para ir no sé muy bien hacia dónde…? Dije al Sr. obispo que sí, pero ahora voy a decirle que me arrepentí y que para allí no quiero ir.»
Estaba en esa lucha, cuando fue a Cova de Iria:
«Así solícita, una vez más descendiste a la tierra, y fue entonces cuando sentí Tu mano amiga y maternal tocarme en el hombro; levanté la mirada y Te vi, eras Tú, la Madre bendita dándome la mano e indicándome el camino; Tus labios apretados y el dulce timbre de tu voz restituyó la luz y la paz en mi alma: «Aquí estoy por séptima vez, sigue el camino por donde el Señor Obispo te quiere llevar, esa es la voluntad de Dios.»
Repetí entonces mi «sí», ahora bien, más consciente del que dije el día 13 de mayo de 1917 y mientras te elevabas de nuevo hacia al Cielo, como una mirada, me pasó por el espíritu toda la serie de maravillas que en aquel mismo lugar, hacía apenas cuatro años, se me habían dado a contemplar.»
Ciclo Cordimariano, de 1925 a 1929
Aparición de Nuestra Señora
Lugar: en su habitación, en Pontevedra
Fecha: 10 de Diciembre de 1925
«Se le apareció la Santísima Virgen y, a su lado, suspenso en una nube, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole en el hombro la mano y mostrando, al mismo tiempo, un corazón que tenía en la otra mano, rodeado de espinas.
Al mismo tiempo, dijo el Niño:
– Ten pena del Corazón de tu Santísima Virgen que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos le clavan sin que nadie haga un acto de reparación para eliminarlos.
En seguida dijo la Santísima Virgen:
– Mira, hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos a todos momentos me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, me vienes a consolar y dí que todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagravarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.»
Aparición del Niño Jesús
Lugar: en el patio, en Pontevedra
Fecha: 15 de Febrero de 1926
«El día 15-2-1926, volviendo yo allí [para vaciar un cubo de basura en el patio], como es costumbre, encontré a un niño que me parecía ser el mismo [que ya encontrara una vez más antes allí] y le pregunté entonces:
– ¿Has pedido al Niño Jesús a la Madre del Cielo?
El niño se vuelva hacía mi y me dice:
– ¿Y tú has dispersado, por el mundo, aquello que la Madre del Cielo te pidió?
Y, en esto, se transforma en un Niño resplandeciente. Conociendo, entonces, que era Jesús, dije:
– ¡Jesús mío! Tú bien sabes lo que mi confesor me dijo en la carta que te leí. Decía que era precioso que aquella visión se repitiese, que hubiese hechos para que fuese creída, y la madre Superiora, sola, propagar este hecho, nada podía.
– Es verdad que la Madre Superiora sola, nada puede; pero, con mi gracias, puede todo. Y basta que tu Confesor te de licencia, y tu Superiora lo diga, para que sea creído, hasta sin saber a quién le fue revelado.
– Pero mi Confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que te recibían, los primeros sábados, en honor de Nuestra Señora y de los 15 misterios del Rosario.
– Es verdad, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que ahí están prometidas; y me agradan más las que hicieron los cinco con fervor y con el fin de desagraviar al Corazón de tu Madre del Cielo, que los que hagan los 15, tibios e indiferentes…
– ¡Jesús mío! Muchas almas tienen la dificultad de confesarse el sábado. ¡Si permitiese que la confesión de ocho días fuese válida!
– Sí. Pueden ser muchos más días, contando que estén en gracia en el primer sábado, cuando me reciban; y que en esa confesión anterior hayan hecho la intención de, con ella, desagraviar al Sagrado Corazón de María.
– ¡Jesús mío! ¿Y las que se olvidaran de formar esa intención?
– Me la pueden formar después en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran para confesarse.»
Aparición de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora
Lugar: en la capilla, en Tui
Fecha: 13 de Junio de 1929
«La única luz era la de la lámpara. De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una Cruz de luz que llegaba hasta el techo.
Con una luz más clara se veía, en la parte superior de la Cruz, una cara de hombre con el cuerpo hasta la cintura, sobre el pecho una paloma también de luz, y pegado a la Cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco más abajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una Hostia grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre que corrían por los rostros del Crucificado y de una herida en el pecho.
Deslizándose por la Hostia, esas gotas caían dentro del Cáliz:
Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora («se trataba de Nuestra Señora de Fátima con su Inmaculado Corazón … en la mano izquierda, … sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas») con su Inmaculado Corazón en la mano…
Bajo el brazo izquierdo, unas letras grandes, como si fuesen de agua cristalina que corriesen hacia lo alto del altar, formaban estas palabras: “Gracia y Misericordia”.
Comprendí que se me estaba mostrando el misterio de la Santísima Trinidad, y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.
Después Nuestra Señora me dijo:
– Llegó el momento en el que Dios pide al Santo Padre hacer, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por pecados contra Mi cometidos, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y ora.
Di cuenta de esto a mi confesor, que me mandó escribir lo que Nuestro Señor quería que hiciese.
Más tarde, por medio de una comunicación íntima, Nuestro Señor me dijo, quejándose:
– ¡No quisieron atender mi petición!… Como el rey de Francia, arrepentirse y hacerlo, pero será tarde. Rusia tendrá ya propagados sus errores por el Mundo, provocando guerras, persecuciones a la Iglesia: el Santo Padre tendrá mucho que sufrir.»
Fragmentos de las Memorias de Sor Lucía
Algunas personas, incluso piadosas, no quieren hablar a los niños pequeños sobre el infierno, para no asustarlos; sin embargo Dios no dudó en mostrarlo a tres y una de ellas contando apenas seis años; y Él bien sabía que había de horrorizarse hasta el punto de, casi me atrevería a decir, morirse de susto.
Otras veces preguntaba Jacinta: ¿Por qué Nuestra Señora no muestra el infierno a los pecadores? ¡Si ellos lo vieran, no pecarían para no ir allá! Has de decir a aquella Señora que muestre el infierno a toda aquella gente (referíase a los que se encontraban en Cova de Iría en el momento de la aparición). Verás cómo se convierten. Si Nuestra Señora te lo permitiera Lucía, di a todo el mundo cómo es el infierno, para que no cometan pecados y no vayan allá.
La Virgen Santísima dijo que en estos últimos tiempos en los que vivimos ha dado una nueva eficacia al rezo del Rosario. Hasta el punto que no hay ningún problema que no pueda ser resuelto por el Rosario. No importa lo difícil que sea, ya sea temporal o, sobre todo, espiritual. En la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo, o de las comunidades religiosas, o incluso de la vida de los pueblos y naciones. Con el Santo Rosario, nos salvaremos; vamos a santificarnos; vamos a consolar a nuestro Señor y a nuestra Señora; y obtener la salvación de muchas almas.
Oh Jesús, este sacrificio es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía? Diciendo esto, se transforma en un Niño resplandeciente; conociendo entonces que era Jesús.
